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«Solo aquel al que le han robado a un hijo en vida y es odiado por este sin justificación, ha sufrido el desgarrador dolor de la muerte de ese hijo sin haber muerto». 

Esteban Bastida Martín

El secuestro del corazón es una expresión que resume el sentimiento de dolor que mis clientes me han transmitido a lo largo de los años, cuando han sometido a sus hijos en una dinámica de alienación parental y los tribunales no han hecho absolutamente  nada por ayudarlos. 

Como abogado de derecho de familia y derecho penal relacionado con el derecho de familia, puedo afirmar que la alienación parental es una realidad ocultada por las instituciones españolas. Desde hace más de veinte años, soy testigo directo de tan cruda realidad. Trabajo a diario con este tipo de situaciones traumáticas de efectos devastadores y les aseguro ―tal y como pruebo a lo largo del libro ― que, para los abogados que trabajamos a diario en los juzgados de familia y en los juzgados de violencia sobre la mujer, resulta un esfuerzo titánico que se haga justicia con tantos niños alienados – maltratados psicológicamente por uno de sus progenitores para que odie al otro- en España. Ni qué decir tiene en el resto del mundo.

El secuestro del corazón es la expresión en favor de los derechos de los menores víctimas de manipulación psicológica ―paterna o materna― a quienes se les secuestra emocional y físicamente, robándoles su infancia y adolescencia, el amor hacia un padre o una madre y, en consecuencia, su felicidad. Es extensible a favor de los derechos de los padres y madres cuyos hijos han sido secuestrados a consecuencia de una dinámica de alienación. 

La alienación parental es una forma de maltrato o violencia psicológica a un menor de la misma magnitud que el llamado comportamiento sectario o abducido. Destruye gota a gota, como una sofisticada tortura china. También es una forma de maltrato psicológico hacia aquel progenitor a quien le roban al hijo alienado, pues vivirá un calvario al tenerle vivo, sintiéndolo como si estuviera muerto en vida al ser un progenitor rechazado. El mayor dolor que existe para un padre o una madre es la muerte de un hijo, pero cuando un hijo muere por casusa ajenas a un alienación, al menos los padres puede hacer el duelo, cosa que no ocurre con los hijos alienados que rechazan y odian en vida de manera patológica a uno de sus padres. 

En mi experiencia, las situaciones desequilibradas o patologías que pueden experimentar mis clientes son imprevisibles y distintas en cada caso. Depende de circunstancias específicas como por ejemplo, si el progenitor rechazado u odiado tiene o no nueva pareja. Tener una nueva pareja al principio puede favorecer unas actitudes o acciones determinadas en las que no pensaría si estuviera solo. Ahora bien, conforme pasa el tiempo, he comprobado que la nueva pareja del progenitor alienado no puede soportar los problemas derivados de la dinámica de alienación y termina por dejar la relación. 

En el SAP nos enfrentamos a una programación parental en la que el progenitor rechazado se ve obligado a perder el afecto de personas referenciales, de forma que todos los condicionantes que tenga en su vida diaria influirán en la actitud que acabe manteniendo. He comprobado que multitud de padres pasan por reacciones psicosomáticas como cuadros de ansiedad y depresión, teniendo que ser tratados terapéuticamente por el daño psicológico que se les causa. En general, la exclusión conlleva una etapa de confusión y desorientación aguda en el progenitor rechazado u odiado, dolencias propias de las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido por fallecimiento, pero en los casos de SAP resulta mucho más dolorosa, pues según me describen: «tienen un hijo muerto en vida».

El término SAP solo es aplicable cuando el progenitor rechazado u odiado no ha mostrado conductas que justifiquen esa actitud de los hijos. Cuando existe maltrato o abuso hacia un menor, el constructo SAP es inaplicable. Por otro lado, el feminismo de género nada tiene que ver con el feminismo de equidad. La ideología de género falsea la realidad diciendo que el SAP es una forma de maltratar a las mujeres y de encubrir los abusos sexuales de los padres varones hacia sus hijos. Sin embargo, el SAP está en las antípodas a la violencia de género y al encubrimiento de abusos sexuales a menores por parte de los padres varones – como si no existiesen ninguna mujer que no abuse sexualmente de sus hijos-. La alienación parental es una forma de maltrato psicológico o abuso emocional a estos, ejercido tanto por un padre como por una madre. 

Cuando he dialogado con feministas de género o con hombres afines a dicha ideología por miedo a ser censurados, castigados o solo para medrar, he comprobado que la norma general es que desconocen aquello de lo que hablan. Muestran una absoluta ignorancia en cuestiones de SAP, de denuncias falsas de violencia de género o de diferencias entre el feminismo de equidad y el feminismo de género. Es normal. Hablan por boca de ganso y repiten como papagayos el mismo discurso que este ideario ha logrado insertar en sus mentes. Cuando un ganso grazna, todos los demás se pliegan al barullo. Hablar por boca de ganso equivale a repetir algo de cuya constancia se carece. Quien así habla suele respaldarse en el conocimiento de algún otro. No verifica lo que ha oído, ni lo piensa, ni lo critica. Simplemente, habla y repite.

Cuando se les pregunta por el SAP a los que abrazan la ideología de género, suelen responder, sin fundamentación alguna y sin pensamiento crítico, que no existe porque carece de aval científico  y es un invento neomachista para maltratar a las mujeres. Si se les cuestiona la ideología de género, contestan que es la lucha del feminismo actual para acabar con la lacra del machismo y la discriminación de la mujer en España. Si se les pregunta por las denuncias falsas de violencia de género, aseguran que no existen o son casi inexistentes, porque lo dice el CGPJ Sobre la violencia machista en España, aluden a que el machismo es la única causa de que un hombre mate a una mujer y que, en España, las mujeres están como en Afganistán. Ahí terminan sus respuestas. Todas estas afirmaciones son falacias que son utilizadas por los autodenominados expertas y expertos en violencia de género. Las imposturas de los negacionistas del SAP son tan groseras que enturbian la credibilidad del testimonio de los ide

La prudencia debería ser una norma de obligado cumplimiento en las opiniones sobre esta materia. Cuando digo que no tienen idea de lo que hablan es porque no han experimentado que un hijo los odie sin justificación y no vuelvan a verlo porque la Justicia no hace nada. No lo han vivido. No han experimentado lo que es vivir bajo una acusación falsa de violencia de género y que la Justicia no haga nada. No lo han vivido. No han experimentado ni pueden decir lo que se siente cuando un hijo, hermano o amigo ha sido acusado falsamente por violencia de género. No lo han vivido. No han experimentado el suicidio de un hijo, un hermano, un tío o un amigo por no haber podido soportar un proceso judicial originado por una denuncia falsa. No lo han vivido. Ignoran el significado de perder a alguien amado por estas causas. No lo han experimentado, no lo han vivido. Solo lo comprenderán cuando sufran una de estas situaciones en primera persona o cuando las padezca un ser al que aman. Entonces, con independencia de credos o ideologías, abrirán los ojos, despertarán y tomarán conciencia real del principio moral universal que así se expresa: «Trata a los demás como quieras que te traten», «no le hagas a los demás lo que no quieras que te hagan». 

En los casos de alienación parental, el tiempo no cura las heridas; al contrario, tiende a empeorar el estado psicológico de los menores más que a mejorarlo, en la medida en que la manipulación temporal se convierte en una peligrosa arma en manos del progenitor alienante, quien la utiliza para prevenir el contacto con el progenitor rechazado.

El primer progenitor que lave el cerebro a su hijo para que rechace u odie de modo patológico al otro, tiene el pleito casi ganado. El rechazado o diana pierde a su hijo para siempre; el niño pierde a su padre y familia extensa. 

El impacto que se produce en el hijo o hija alienados es terrible, así como las consecuencias en los padres y madres rechazados. La ausencia de un padre o una madre en la vida de los hijos tiene repercusiones muy negativas y se manifiestan en diferentes planos. «La gravedad de sus efectos depende del nivel de desarrollo del niño», afirma ―entre otros muchos autores― José Manuel Aguilar Cuenca (2006). 

Desde el punto de vista de las consecuencias, las investigaciones psicológicas sobre los efectos de estas ausencias en la vida de los hijos se han centrado sobre todo en tres grandes grupos de variables: 

a) Las que afectan a la escolaridad, el desarrollo cognitivo y los niveles de competencia intelectual de los niños. 

b) Las que alteran su desarrollo psicosexual. 

c) Las que producen en los niños un desajuste psicológico, conductual y social. Los síntomas a corto plazo pueden ser:

Ansiedad. Si el niño es de carácter retraído, se vuelve aún más hermético; si es de carácter rebelde, se radicaliza su rebeldía. En cualquier caso, se hallará atrapado en sus circunstancias. Los preescolares tienden a manifestar conductas regresivas: insomnio, crisis de rabietas, angustia de separación, pérdida del control de esfínteres, temores fóbicos. 

Problemas de conducta o agresividad. Depresión infantil que, muchas veces, se manifiesta en los niños con conductas agresivas. Los escolares muestran una ira intensa contra uno o ambos padres y pueden desarrollar cuadros depresivos. Esto conlleva una disminución del rendimiento académico y el deterioro en las relaciones con sus compañeros (Wallerstein, 1980, 1987 y 1990). Los adolescentes son quienes más sufren de inseguridad, soledad y depresión a corto plazo. Puede manifestarse en forma de fracaso escolar, conducta delictiva, consumo de drogas y vagancia. Los adolescentes y adultos jóvenes mantienen vivos los recuerdos a los diez años del divorcio de sus padres, lo que les hace expresar angustia respecto a sus relaciones amorosas y a un posible fracaso matrimonial. 

Somatización. Pueden tener enuresis —incontinencia de orina en la cama fuera del rango de edad para sufrirla—, problemas de tipo digestivo —vómitos, diarreas— o problemas óseos —dolores de espalda o extremidades—.

Sin embargo, las verdaderas consecuencias de la exclusión de uno de los progenitores aparecen en el niño a largo plazo. Entre ellas pueden darse las siguientes: 

Síndrome abandónico: sentimiento recurrente de ser rechazado, excluido o cuestionado por su entorno social, con miedo a establecer relaciones afectivas con compromiso. 

Crisis de ansiedad acompañada de crisis existencial: los niños que sufren una dinámica de alienación pueden tener conflictos para definir su identidad. «Les cuesta tomar decisiones, se sienten confundidos consigo mismos, tienen sentimientos de culpabilidad si han sido capaces de revisar su pasado y descubrir la manipulación de la que fueron objeto […]». SAP, hijos manipulados por un cónyuge para odiar al otro. José Manuel Aguilar Cuenca.

José Manuel Aguilar Cuenca (psicólogo forense; 2005, 2006, 2010, 2012) afirma que los efectos a largo plazo son trascendentales. Si, cuando sean adultos, estos menores tienen la oportunidad de comprobar la realidad de sus relaciones paternofiliales, van a sufrir el desmoronamiento de la estructura de valores y creencias fundamentales sobre la que se ha sustentado toda su existencia. A lo anterior hay que sumarle el sufrimiento que les ocasiona descubrir que el arquitecto de esa estructura fue su progenitor custodio, la figura fundamental sobre la que ha girado su vida

Por lo que, al dolor del desengaño, se suma la aceptación final de la culpa. Cuando de adultos revisan su pasado, al comprender el dolor, el engaño y la perversión de sus progenitores, añaden sus propias iniciativas, de las cuales —aun conociendo el origen— se culpabilizarán sin reservas. Cuando no consiguen resolver su sentimiento de culpabilidad, quedan atrapados en una línea autodestructiva que puede desarrollar algún tipo de depresión o bien una adicción. Si de adultos no llegan al descubrimiento de que han sido alienados, la conducta alienante tenderá a perdurar en las siguientes generaciones, propiciándose la repetición de los modelos aprendidos. 

Tras sus años de experiencia profesional como perito judicial en asuntos de SAP, Mercedes Rodrigo Alfageme, psiquiatra infantil en el departamento de pediatría del Hospital Doce de Octubre de Madrid, afirma que la situación de odio de los hijos y resentimiento hacia sus padres o madres pueden generar, a medio y largo plazo, fuertes sentimientos de culpa, con riesgo de presentar procesos patológicos del área afectiva, de la conducta alimentaria y trastornos psicosomáticos, soledad y depresión. Haber interiorizado durante su infancia y adolescencia una imagen del padre o madre tan destructiva, sin datos objetivos que lo sustenten, también repercutirá en la autoestima del menor. Los déficits en la vinculación afectiva con las figuras parentales ponen en riesgo la capacidad de desarrollar relaciones interpersonales y de pareja equilibradas y satisfactorias en la etapa adulta. 

El fin de la alienación es romper la relación paternofilial. Todo esto se consigue bajo la injerencia intolerable de los políticos y al amparo de la injerencia del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género —institución integrada por el CGPJ―, en el ámbito clínico y judicial, así como en el ámbito clínico de la psiquiatría y psicología. Esto se consigue con las instrucciones que el CGPJ – desautorizando el uso del SAP en sus sentencias- da a los jueces, aunque están prohibidas por el propio artículo 12 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, desautorizando el uso legal del SAP en sus sentencias. 

¿Por qué un niño o una niña que antes tenían una relación sana de amor y cariño con su padre o madre, termina rechazándolo u odiándolo sin justificación objetiva alguna durante el proceso de divorcio o de modificación de medidas? 

Siempre que no haya habido maltrato o abusos por parte de alguno de los progenitores hacia el hijo, la respuesta es sencilla: uno de los progenitores está siendo el autor de la dinámica de alienación parental. Su único fin es destruir la relación parental, así como la relación familiar extensa del progenitor alienado. 

Cierto es que los menores deben ser escuchados por los jueces y fiscales, y que muchos de ellos manifiestan no querer relacionarse con su padre o madre, pero sin expresar causa objetiva suficiente y grave para ello. Los razonamientos que ofrecen para rechazarlos son infantiles, absurdos, débiles o generales. 

En las exploraciones judiciales que se llevan a cabo para escuchar a los menores, es obligación de los jueces y fiscales analizar y valorar si un menor puede tener alguna razón objetiva que lo haga mostrar una voluntad claramente contraria a querer estar con el progenitor correspondiente. Por ejemplo, en el caso de que se acreditara la existencia de malos tratos o abusos sexuales; lo que sin ninguna duda conllevaría el cambio de guarda y custodia o la suspensión o modificación del régimen de visitas. También cuando, por el contrario, el menor no quiere cumplir el régimen de visitas por razones subjetivas, como no tener una buena relación con dicho progenitor o solo porque se siente mal o incómodo cuando está con él. 

Debe quedar claro que, en modo alguno, pueden ampararse los casos de aquellos menores que basan su actitud en el mero capricho o conveniencia, o por razones de mera oportunidad. Así, por ejemplo, ocurre en multitud de ocasiones que uno de los progenitores es menos permisivo que el otro en cuanto a salidas con amigos, horarios o parámetros de exigencia en el ámbito académico, etc.

La presión que reciben jueces y fiscales para que miren hacia otro lado en asuntos de SAP, la falta de contundencia y lentitud de los juzgados y tribunales en tomar decisiones al respecto ―como en los casos de cambio inmediato de custodia a favor del progenitor alienado― fomentan más el comportamiento del progenitor alienante, que lo percibe como una aprobación de su comportamiento. 

Esteban Bastida Martín.

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ISBN 978-84-19304-02-5

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